Una iglesia gótica a espaldas del Rockefeller Center. Agujas de piedra que brotan del asfalto, desde allá abajo la otra ciudad, la sepultada, el otro tiempo, el pasado. Qué sabio Rockefeller, que invirtió toda su vida en el petróleo y ahora gana dinero cobrando la entrada a su pista de hielo. A dos cuadras de ahí, una maga oriental lee el tarot.
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